domingo, 11 de enero de 2015

Sonetos para Nubia


Nocturno

La noche me asesina, es  un desierto,
no escapo de su cruz hecha de sombras,
ni del viento sutil en que te nombras
porque sigo buscando el mar abierto.

Soy grumete del sueño y me despierto
remando en el vacío.  No te asombras
que tirado me quede en las alfombras
como un gato fingiendo que está muerto.

La noche me dibuja trazo a trazo
y luego me propina un puñetazo
para dejarme inerte y sin bandera.

 Yo me quedo nocturno, piedra errante,
como el carbón que quiere ser diamante
sin encontrar el don que le puliera.



Sombra

Hay una sombra, pesa en mi cansancio,
es una bestia oscura  y disoluta
que derrama  su miel y su cicuta
en esta habitación que huele a rancio.

La luz la delimita tras la nieve
que cae divergente y veleidosa,
y allí veo a una triste mariposa
escapar y morir en vuelo breve.

Esa sombra es mi rabia contenida,
es un alba sin sol, es un ocaso
y un suspenso en la escuela de la vida.

Es el tedio, me habrá colmado el vaso
 su gota rebosante (la suicida)
que retumba en mi sien como un balazo.




Petitoria

Devuélveme la voz que me robaste
y el alma incinerada en el silencio.
Devuélveme el absurdo, lo licencio,
que la vida es un guion y lo borraste.

La tierra de mi lecho es tierra extraña,
déjame que naufrague y luego queme
mis naves en el fuego, y que blasfeme
de esta fe que no mueve a la montaña.

Dame la claridad que oscureciste,
esa liberta luz que yo quería
y que tú te quedaste y no me diste.

Aún tengo la esperanza, dame el remo,
que el bogar o morir en travesía
ahora no me importa, ya no temo.



O. Moré
Licencia de Creative Commons


Todos los óleos que ilustran esta entrada son de: 
Lazer Fundora. 1965 / La Habana/ CUBA

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