jueves, 13 de febrero de 2014

Amalia mirando al mar (fragmento 3)

Ilustración del autor
¿Porque se iban al bando del enemigo, a las entrañas del monstruo? Pero si a ellos les daba igual la política y el régimen social, sólo querían probar suerte y buscar una oportunidad, una mejoría económica. Trabajar como mulos, pero que, al final de la jornada hubiera valido la pena y decir: me han explotado, pero he tenido mi recompensa, ahí está: un techo, comida, ropa, y, con el tiempo y un ganchito, pues otras cosas ¿materiales? sí, por qué no. Acaso eso no era lo que proclamaba el socialismo, satisfacer las demandas cada vez más creciente de la población. Pues ellos tenían muchas demandas y necesidades y no veían la forma de que fueran satisfechas.
 Noel tragó saliva y miró fijamente a Amalia. Ella seguía su relato con sumo interés, sin embargo él dijo:
 _Perdona, me estoy extendiendo en vacuas explicaciones que no vienen a cuento. No sé por qué quiero justificar lo injustificable. La verdad es que...
_ Que tú no querías marcharte, que no te creías ese discurso que acabas de contar, que tú, en realidad, no piensas así. _ le interrumpió Amalia _ Tú querías quedarte ¿No es verdad?
_Sí, cómo lo sabes...
_ No sé, intuición femenina quizás.
_ Es cierto, yo no estaba muy convencido. A mí no se me había perdido nada allá en Miami. Yo aquí soy feliz a mi manera...  no te niego que tengo una frustración del carajo, que a veces me siento ahogado, amordazado, que miro hacia delante y veo un futuro mediocre... pero, a pesar de ello, amo esta tierra, amo a esta gente, estas son mis raíces y no quiero perderlas. Aquí está todo mi universo, todo lo que quiero: mi madre (que en paz descanse), mis amigos, mis recuerdos...
_ ¿Tu novia?
_No, no tengo novia. Quizás _continuó Noel _ vivir aquí sea como una maldición. La maldición del isleño. Sé que quedarme conlleva a que siga encerrado en una jaula invisible, a que siga alimentando de esterilidad  mi bufanda de recorrer caminos, de conocer la nieve... pero, de alguna manera, siento que mi lugar es éste...
_ Entonces… ¿qué pasó?
_ Mi hermano Javi, él odiaba esto. Llegó a decepcionarse tanto.... Él influyó mucho en mí...
_Decepcionarse ¿de qué?
_ De todo... pero esa es una historia demasiado larga y ahora ya no tiene sentido, él está muerto... muerto... _ de nuevo Noel irrumpió en sollozos.
Amalia  le abrazó con ternura y, sin saber porqué, como si una fuerza sobrenatural le hubiera empujado, comenzó a besarlo en las mejillas, en la frente, en los ojos, para luego rematar con un débil beso en los labios. Noel se dejó hacer y, también inexplicablemente, a pesar de la amargura que le invadía por dentro, sintió un estremecimiento, como un extraño y súbito cosquilleo eléctrico que le bajó al estómago y le erizó la piel, dejándole el corazón paralizado y el arrugado sexo despertando de un letargo frío y antiquísimo.

Pero Amalia había venido a ver el mar y el mar antes gris se estaba volviendo azul.  Amalia había venido a olvidar, porque ya era tiempo de olvidar, y del agua salió un naufrago caído por la borda de un arca repleta de sueños. Y Amalia vio en él la señal, su señal. Y aquel endeble naufrago escapado de la muerte, estaba renaciendo ahora entre sus brazos, en el filo sedoso de su boca, en el calor sensual de su cuerpo. Yemayá todo lo puede, Yemayá todo lo cura.  Yemayá ahora estaba sacando su manto azul de mar y ponía en el cielo los primeros rayos de luz. De la inmensa ballena de humo ya no queda nada. El abejorro descarriado al fin pudo posarse en su pelo.

¡Oh, Gabriel vuelve en el átomo invisible, en la molécula de agua... Gabriel saliendo del mar...!
Gabriel en cuerpo ajeno como un ángel caído...
(No Amalia, no. Recuerda, has venido a olvidar, a renacer... Olvídame Amalia, olvídame...)
La voz en su cabeza retumbó como un bolero. Se clavó como miles de alfileres.
Olvídame Amalia, olvídame...
Amalia comenzó a olvidar. Este era otro cuerpo, estos eran otros labios...
Gabriel humo y ceniza, Gabriel cae el telón, Gabriel árbol marchito, Gabriel sinsonte que vuela...
Adiós, Gabriel, adiós...
Noel devuelve los besos. Tímidamente acaricia la cara de Amalia. Sus dedos, como frágiles alas, recorren sus contornos, dibujan sus relieves, sellan sus ojos. Siente palpitar el sexo debajo del bañador  beige. Su sexo se inflama. Noel tiembla...
Amalia abre su blusa de algodón. Los senos brotan. Son tiernos frutos, capullos que llevan tiempo sin ser libados. Amalia tiembla...
Noel recorre con su lengua el pezón erizado, el círculo perfecto de color canela. Noel llora...
Amalia llora...
Yemayá llora y llora el mar...

Gabriel se ha ido en la misma nube lila del cielo angoleño y llora. Sigue cantado su bolero: Olvídame Amalia, Olvídame... Vuelve a ser feliz...

Continúa aquí

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